Eckhardt
Tolle:
La buena nueva es que
puedes liberarte de tu mente, que es la única verdadera liberación. Y puedes
dar el primer paso ahora mismo.
EMPIEZA
POR ESCUCHAR LA VOZ QUE HABLA DENTRO DE TU CABEZA, y
hazlo tan frecuentemente como puedas. Presta una atención especial a cualquier
patrón de pensamiento repetitivo, a esos viejos discos de gramófono que pueden
haber estado dando vueltas en tu cabeza durante años.
Esto es lo que llamo
«observar al pensador», que es otra manera de decir: escucha la voz dentro de
tu cabeza, mantente allí como presencia que atestigua.
Cuando escuches la voz,
hazlo imparcialmente. Es decir, no juzgues. No juzgues ni condenes lo que oyes,
porque eso significaría que la misma voz ha vuelto a entrar por la puerta de
atrás.
Pronto te darás cuenta de
esto: la voz está allí y yo estoy aquí, observándola. Esta comprensión Yo soy,
esta sensación de tu propia presencia, no es un pensamiento. Surge de más allá
de la mente.
Así, cuando escuchas un
pensamiento, no sólo eres consciente del pensamiento, sino también de ti mismo
como testigo del pensamiento. Ha hecho su aparición una nueva dimensión de
conciencia.
CUANDO
ESCUCHAS EL PENSAMIENTO, sientes como si hubiera una presencia
consciente —tu yo profundo— por debajo o detrás de él. De este modo el
pensamiento pierde su poder sobre ti y se disuelve rápidamente, porque ya no
energetizas tu mente mediante la identificación con ella. Es el principio del
fin del pensamiento compulsivo e involuntario.
Cuando el pensamiento se
aquieta, experimentas una discontinuidad en la corriente mental, una brecha de
«no-mente». Al principio las brechas serán cortas, tal vez duren unos segundos,
pero gradualmente se irán prolongando. Cuando ocurren estas discontinuidades,
sientes cierta quietud y paz dentro de ti. Es el principio del estado natural
de sentirte unido al Ser, generalmente nublado por la mente.
Con la práctica, la
sensación de quietud y de paz se va ahondando. De hecho, esa profundidad no
tiene fin. También sentirás una sutil emanación de alegría elevándose desde lo
más hondo de ti: la alegría de Ser.
En este estado de conexión
interna estás mucho más alerta, más despierto que en el estado de
identificación mental. Estás plenamente presente. Y también se eleva la
frecuencia vibratoria del campo energético que da vida al cuerpo físico.
A medida que profundizas en
este reino de la no-mente, como a veces se le denomina en Oriente, vas
alcanzando el estado de conciencia pura. En ese estado sientes tu propia
presencia con tal intensidad y alegría que, en comparación, todo pensamiento,
toda emoción, tu cuerpo físico y todo el mundo externo se vuelven relativamente
insignificantes. Sin embargo, no es un estado de egoísmo, sino de
desprendimiento y generosidad. Te lleva más allá de lo que pensabas que era «tu
identidad». Esa presencia es esencialmente tú, y al mismo tiempo es
inconcebiblemente mayor que tú.
EN
LUGAR DE «OBSERVAR AL PENSADOR», también puedes crear una
apertura en la corriente mental por el simple hecho de dirigir el foco de tu
atención al ahora. Basta con que te hagas intensamente consciente del momento
presente.
Esto es algo por demás
satisfactorio. De este modo retiras la conciencia de tu actividad mental y
creas una brecha sin mente en la que estás muy alerta y consciente, pero no
piensas. Ésta es la esencia de la meditación.
En
TU VIDA COTIDIANA puedes practicar esto tomando cualquier actividad rutinaria,
que habitualmente sólo es un medio para un fin, y darle toda tu atención para
que se convierta en un fin en sí misma.
Por ejemplo, cada vez que
subas o bajes las escaleras en tu casa o en tu puesto de trabajo, presta mucha
atención a cada escalón, a cada movimiento, incluso a tu respiración. Mantente
totalmente presente.
O cuando te laves las
manos, presta atención a todas las percepciones sensoriales asociadas con esa
actividad: el sonido y la sensación del agua, el movimiento de tus manos, el
aroma del jabón, etc.
O cuando entres en tu
coche, después de cerrar la puerta, detente durante unos segundos y observa el
flujo de tu respiración. Toma conciencia de una silenciosa pero intensa
sensación de presencia.
Hay un criterio que te
permite medir el éxito logrado en esta práctica: el grado de paz que sientas en
tu interior.
El paso más vital en tu
camino hacia la iluminación es éste: aprende a no identificarte con tu mente.
Cada vez que creas una apertura en el flujo mental, la luz de tu conciencia se
fortalece.
Puede
que un día te sorprendas sonriendo a la voz que suena en tu cabeza como
sonreirías a las travesuras de un niño. Esto significa que has dejado de
tomarte el contenido de tu mente tan en serio, y que tu sentido de identidad ya
no depende de él.